¡Que te importa!
24 de julio, Odila se levanto temprano como todos los sábados. Los niños y yo, continuamos un rato más dormidos. El primero en dar indicios de vida fue Carlitos, dos o tres minutos después le siguió Jorge, el recién operado. Con más flojera que ganas me metí a bañar con Jorge para quitarle la curación y lavarle su herida de 9 suturas. Mientras ilusamente esperábamos a que la lluvia de toda la noche y días previos, cesara un poco, bajamos para preparar el almuerzo. Frente a la estufa y casi a la mitad del camino, con una mano en el sartén y la otra untando crema en un sope de carnitas, sonó el celular que traía en la bolsa de la bermuda, no lo pude contestar a tiempo. Se registró la llamada perdida sin reconocer el número con clave del área metropolitana, ¿Quién será? Los teléfonos de esa zona los tengo bien identificados. Dejé el teléfono en la barra de la cocina y continué con mi labor de despachar a mis clientes, sobre todo a Jorge para que se tomara su antibiótico.
Escuche el vibrador del celular y no esperé a que sonara, conteste -¿bueno? ¿Chela?- Asocie la voz con la de mi tía Graciela, pero inmediatamente me corrigieron - ¿quieres unas chelas? Ahorita las llevamos- dijo la voz, ¡¿Quién habla?! – Pregunte, - habla Magda ¿Cómo estas? – Me contestó – ¡ha que pasó Magda! ¿Como estas?- Me costaba un poco entender por la mala recepción- Bien Jorge, oye ¿podemos pasar a tu casa? vengo con un amigo- me dijo. -Claro que sí Magda con mucho gusto aquí te esperamos ¿Dónde andas?- le pregunté, -estamos en Pachuca, llegamos como en 20 minutos…
Sonó el timbre y por la intensa lluvia, Odila salió con un paraguas. Desde la cocina pude ver que Magda entraba toreando las goteras de la marquesina al tiempo que presentaba al referido amigo, quien vestía gabardina en lana negra, boina del mismo tono con una estrella plateada, de las que hiciera famosa el argentino Ernesto Guevara de la Serna, para rematar; unos oscuros Eagle eyes. Magda entro directo a la sala donde se encontraba Jorgito y le entrego un enorme oso de peluche vendado de la pata izquierda, el cual mas tarde Carlitos lo adoptaría bajo el nombre de Yogui.
Terminando de saludar a los niños, Maga dio vuelta y me presentó a su acompañante, quien sostenía con dificultad una expresión de seriedad, según él; para no ser identificado. –te reconocí desde que cruzaste la puerta, ¿Cómo has estado Mario? -Le di un fuerte abrazo, ni más ni menos que Mario Delgadillo Cid, no nos veíamos desde 1995. Sin más preámbulo les pedí que nos acompañaran a la mesa para culminar el par de sopes de carnitas que tenía pendientes, Magda y Mario, venían del tradicional restaurant pachuqueño “El Parador de San Javier”, no quisieron nada, Magda tomo un poco de jugo de piña con apio. Para no variar las costumbres, Mario pidió su litro de leche que acompañó con pay de queso.
Fueron muchas remembranzas, pero fundamentalmente atendimos asuntos relacionados con el comportamiento de los hijos y de cómo asumir un papel decoroso de padre o madre. Nos sorprendió la experiencia de Mario con el manejo de adolescentes, sobre todo por el hecho de que se mantiene soltero y sin compromiso. La experiencia la ha acuñado de sus alumnos y de sus sobrinos, por ello sirvió de mucho la charla, ilustrando la mejor manera de conducirse sin causar rencor o enfados, mejor aún, incrementando la confianza mediante la comunicación constante sin ser abrumadores o fastidiosos.
Pasó el tiempo gratamente, cuando lo atendimos ya era “La hora de la Lechita”. ¿Qué vamos a comer? debido a la constante lluvia y a la inmovilidad de Jorgito, Magda sugirió resolver el asunto de una forma práctica, vamos al súper de aquí cerca y compramos algo, O. K. dijimos. No tenía idea de que encontraríamos o que podríamos hacer. Al llegar, Mario tomo el carrito y dijo háganse a un lado, primero abordó el departamento de frutas y verduras, seleccionando morrones rojos y verdes, brócoli, ejotes, acelgas, perejil, cilantro, jitomates, lechuga y cebollas. Debo destacar que en los casos necesarios pesó los ingredientes -Vamos por la carne, dijo, seleccionó la carne. ¿Dónde están los quesos?-Pregunto - por acá, le guié. Pidió queso para fundir y jamón de pierna. Magda y yo, nomas nos volteamos a ver sin decir nada. Ya antes en casa, Mario nos contó la historia de un prometedor proyecto de cocina de autor con su prima, y de los nombres irreverentes de los platillos, uno de ellos, “El que te importa”. Este platillo sería el que Mario cocinaría mas tarde.
En la cocina, Mario pidió muchos ajos, cebollas, aceite de oliva a discreción, sal de grano y pimienta fresca, me tocó ser el pinche chalán. Para no quedarme sin hacer mucho, me hice cargo de una pasta con tocino y champiñones. Magda y Odila se dispusieron a observar y tomar fotos, de pronto surgía alguna demanda de perejil o cilantro que Odila ayudaba a desinfectar. Fue una experiencia que pocas veces se comparte en esos terrenos, con una buena compañía, cacerolas humeantes, tablas, cuchillos y especias. No exagero, Magda y Odila no me dejarán mentir sobre lo coordinado del trabajo que sosteníamos tras los sartenes. Con el aderezo del recuerdo de aquel cumpleaños celebrado en la Goleta, una de tantas salidas de campo que coincidió con un 20 de octubre, los festejados: Reyna, Mario Delgadillo y yo. El menú, carne asada…
Una verdadera sorpresa que Magda planeó en el mejor momento. Gracias Magda por preocuparte de Jorgito, por la atención de visitarnos, por traer a un gran amigo, quien por cierto no solo nos agasajó con su platillo, sino que además pagó la cuenta de las viandas. Mario: que sea la primera de muchas visitas, te mandamos un fuerte y caluroso saludo.
2 comentarios
Jorge Angulo -
Te mando un abrazo.
Mario Delgadillo Cid -