Cuento corto.
La cabra de las mil crías……
De las espesuras del otoñal bosque, solo algunos sonidos apagados eran perceptibles, tenues y casi susurrantes; los latidos de la entidad erráticos y a la vez distantes resonaban a su alrededor.
La luz mortecina de la luna menguante apenas iluminaba algunos senderos del intrincado laberinto que formaban aquellas zarzas y vetustos robles y pinos, el viento cada vez más frio corría entre sus ramas y provocaba una sensación indescriptible sobre la piel desnuda de la mujer que trataba de huir de aquel calvero.
El fango limoso se pegaba a sus pies, succionando con cada paso un poco de su esperanza por alcanzar su libertad, parecía como si los arboles se conjuraran para cerrar su camino; trataba de recordar que había sucedido……
La Santa compana había aparecido en las inmediaciones de la villa; nueve figuras embozadas cargaban la cruz negra, un mal fario para todo aquel que se cruzara en su camino, recordando esta monserga corrió para esconder a la pequeña que estaba en la vera del camino -(las voces eran cautivantes pero a la vez terroríficas)- solo alcanzo a empujarla, los ojos de aquel que enarbolaba el incensario eran un pozo de negrura sin fondo, -imposibles de ignorar- extendió la mano libre y sin miramientos la sujeto del antebrazo, intento librarse pero a un ritmo cansino la llevaron hacia el bosque.
Una, dos o más horas transcurrieron hasta que alcanzaron la zona más umbría del bosque, un inmenso espacio desnudo de vegetación era coronado por un megalito de color obscuro, a sus pies una losa de granito ajada por el tiempo servía como mesa, orlada su base por una serie de glifos y runas despedía un helor y un hedor a muerte, los integrantes de la compana colocaron la cruz invertida a algunos metros de ambas rocas, en tanto que aquel que la sujetaba la obligo a posarse sobre la misma, con crueles tiras de cuero sujeto sus manos , dejando sus piernas libres pero incapaces de moverse por el temor a lo que podría suceder.
De la penumbra circundante una extraña mezcla de gaitas, laudes y tambores surgió, acompañando un horrible sonido semejante al frote de las piedras de amolar, la poca luz fue lentamente consumida por una sombra de formas vagamente descriptibles, su cuerpo parecía un inmenso gusano con grandes tenazas y un sin número de patas sobre las que descansaba su enorme vientre, la santa compana inicio un cantico –¡¡¡¡¡¡¡ ia, shub-niggurat, ia-fang,fang-io.fang shub.niggurath¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡.
La mole sombria se balanceaba al ritmo del cantico, los embazados se despojaron de golpe de sus vestiduras delatando cuerpos casi putrefactos, leprosos y llenos de cicatrices, se movían alrededor de la entidad, de su cuerpo supuraban efluvios tan asquerosos que su cuerpo no soporto las arcadas, esto provoco que su cordura regresa durante un momento; el espanto de aquella monstruosidad la indujo a gritar con todas sus fuerzas, la criatura dirigió sus múltiples ojos hacia ella, deslizándose lentamente su cerebro se negaba a aceptar la existencia de esa blasfemia, con una parsimonia llena de lascivia fue rompiendo sus ropas con la tenazas; de su vientre abultado empezó a asomar una excrecencia de color verde-negrusco que rozaba su piel, casi en el paroxismo del terror, tiro de sus correas con tal fuerza que desgarro la piel de sus muñecas, mordiendo los nudos logro zafarse y corrió huyendo de aquel calvero, volteando constantemente por encima d su hombro, pensó que lograría escapar, después de algunos minutos que parecieron siglos, vislumbro el sendero del bosque por el cual la habían llevado aquellos extraños, pensó que había escapado, pero nuevamente el sonido del arrate y las voces lleno por última vez su cabeza al ver que el camino la llevaba directamente a los brazos de los oscuros retoños de la cabra de las mil crías…………
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Magda MIranda -