LOS AUSENTES
El pasado 19 de septiembre del año en curso, tuve la oportunidad de platicar vía telefónica con el buen Paco Nava, ustedes recordarán que se integró al equipo docente de las biologías de campo destacando su personalidad inquieta, profesional pero sobre todo amistosa. Dentro de la charla mencionaba lo importante que debe ser para todos, el espacio y tiempo destinado a los amigos. Si bien es cierto que al termino de la carrera cada quien emprendió su propio camino profesional, siguiendo cada cual su propio instinto o su inminente necesidad de ejercitar su vocación, y que por consecuencia; deseado o no, genera el distanciamiento de los amigos, debemos de procurar los reencuentros aún cuando el trabajo, la familia, la enfermedad, etc., nos lo impidan.
Destacaba que por encima de cualquier compromiso laboral, debe de imponerse el pan y la sal de la amistad que acompaña la nutrición del espíritu. Esta plática me exhortó a pensar sobre los ausentes, los extraviados, los perdidos pero no olvidados compañeros, ya no digamos de nuestra generación, sino de una excelente etapa de formación universitaria, y me refiero a Malena, a los Armandos, a los Toños, a Rebeca, a los Carlos, a Felipe Aguilar, a las Verónicas, a Francisco, a Alma Rosa, a Gustavo, a los Héctores, a Ismael y Joel, a Silvia, al Royer, a Arturo, a los Jorges, a los súper sapos, al Munrra, al Alex, Gabriel y al cubicuate, a Lucía, a Teresita, al Dado Eduardo, a Marcela, a Miguel Santoyo, a Nora, a Irma, etc., y a todos aquellos con los que crecimos juntos, con los que aprendimos, nos divertimos, nos embriagamos, nos enojamos, nos encueramos, aquellos con quienes cantamos, lloramos y reímos, incluyendo a los formadores, es decir, a los prosores.
¿Quién no recuerda al buen Manolo? Se acuerdan cuando prácticamente depredábamos lo que encontrábamos durante las prácticas de campo “no inventen ¿se van a comer crudas las gónadas del erizo?”. A Martita y su cocina económica de los laboratorios de celular. Al destacado auxiliar del laboratorio de histología y su ¡Vámonos a la lechita!, El Zúncu Zu Zúncu de Sergio Cházaro, la paciencia inagotable de Irma Delfín durante las explosiones y fugas de gas en sus prácticas de química, la hora romántica folclórica de Pancho López y sus teclados, perdón con su guitarra, la enjundia de Regina para sortear tormentas veracruzanas, la capitana Norma Navarrete y sus cadetes de Iztacala Manuel y Gilberto, Chucho Medina y sus 40 ladrones de Molango, bueno en realidad éramos como 26 cuando desaparecieron los relojes de Teresita e Inna.
Como olvidar la irreverencia en contra de toda formalidad del buen Jonathan Franco y sus secuaces Ángel y Charly, con quienes en más de una ocasión destilamos ron en ecología, a Martín Ratón Vaquero y sus fieles jeans retacaditos con botas foxianas retocado con gafas Lennonsianas, y por que no decirlo, al mismísimo Paco Nava descubridor de los Ramelpos y los Motodos, ¿se acuerdan?, aquellos roedores eminentemente gregarios que viven en pequeñas madrigueras, normalmente se distribuyen en la meseta central del Valle de México abarcando el eje neovolcánico desde Guerrero hasta las costas del Golfo de México, típicamente se les encuentra formando familias, es decir papá Ramelpo, mamá Ramelpo y su Ramelpito.
En fin, queremos saber de ustedes, de sus familias, y que el tiempo no falte para saber de sus vidas, lo cierto es que de no encontrarse en este mundo, seguramente lo sabríamos. Esperemos entonces, se encuentren bien y de buenas, si alguno de los presentes tiene conocimiento de ellos, o sabe de su paradero, por favor invítenlos a visitar el hogar de todos en http://probiol.blogia.com. Son bienvenidos.
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